Incluso cuando no me mira,
me mira.
E. Levinas
Durante 40 minutos apareció un punto ciego en mi campo visual.
Si miraba al ojo izquierdo de Jorge no le veía el derecho.
Al rato, el punto ciego se bajó al habla y mi relación con el lenguaje se volvió difusa. Me di cuenta de que algo me estaba pasando al leer la portada de un libro que había sobre la mesa.
Les dije a Fer y a Jorge: debería saber qué pone aquí.
– Sí.
– Pues ni puta idea, algo me pasa.
Lo que no supe leer, lo que ponía ahí era:
Realmente, cuando me di cuenta de que algo me estaba pasando, lo que me llevó a leer la portada para tantearme, fue un momento antes. Estábamos trabajando en Liberté, Égalité, Beyoncé, a tres meses de montarla en Pradillo.
Fui al baño y me llevé la última frase de la conversación conmigo.
No recuerdo cuál era, pero contenía la palabra visibilizar. Mientras meaba pensé en la palabra visibilizar. La pensé por algo que acabábamos de hablar y que me llevé en la cabeza al baño.
En ese momento encontré dificultades para relacionarme con ella. No sabía exactamente cómo era. No podía pensar nítidamente en ella.
Vizdesiridbliszar
Pasé tres horas sin poderme expresar ni leer en ningún idioma, por eso me ingresaron. El lenguaje se hizo un hoyo y después su negativo.
Hasta mucho tiempo después tanteé mi relación con el lenguaje, en cualquier momento, diciéndome en silencio visibilizar.
argumenta que en el S.XX se ha devaluado la confianza en la visión, y con ello su preeminencia sobre los otros sentidos.
El último capítulo se titula:
LA ÉTICA DE LA CEGUERA Y LO SUBLIME POSMODERNO
y lo encabeza una cita de Levinas:
Incluso cuando no me mira, me mira.
Esa montaña empezó a serlo a principios del siglo pasado, unos años después de la apertura de la Necrópolis del Este.
Allí llevaban la tierra excavada en cada nueva sepultura. El cementerio fue creciendo y la montaña se quedó dentro. Aún hoy vierten ahí la tierra excavada para acoger cada cuerpo nuevo. Ese volumen es el análogo a los millones de huecos que han acogido a los cuerpos que pueblan el cementerio de La Almudena.
Hasta el momento, la montaña salva un desnivel natural del terreno. Periódicamente apisonan los montones de tierra para mantener la plataforma lisa y seguir vertiendo, desde la punta hacia atrás, compactando. Con cada cuerpo y hoyo nuevo su inclinación aumenta.
Lo que yo me pregunto ahora es qué altura va a alcanzar, hasta qué cota van a seguir vertiendo ahí esos mordiscos y apisonando esa tierra.
Qué va a verse desde allí ese día.
Poner los ojos ahí arriba, en una cota futura.
No es subir a mirar, es subir. Emplazar el cuerpo en el lugar que ocupará su equivalente en tierra. Subir el cuerpo y con él los ojos.
El cuerpo es el andamio de los ojos.