El año aquel que programamos Pradillo, hacia el final, invitamos a Nyamnyam a hacer lo que quisieran e hicieron Comida: un site-specific que manosea la memoria de los lugares que visita, una especie de comida que digiere al cuerpo que la consume y no al revés. En el caso de Pradillo, 40 libros se relacionaban con 40 obras que pasaron alguna vez por la sala, y alrededor de esa colisión había otras cosas como una nevera, un porrón, videos y audios más o menos secretos y hasta un cacharro que logra isotemperar 60 huevos a la vez.
Yo me reservé aquella semana para poder estar enteramente con ellxs y sigo pensando que ese sería un trabajo perfecto si hubiera podido cobrar por él, si hubiéramos podido vivir de la fuerza volcada en aquel teatro, que era, también hay que decirlo, más familia que edificio. En cualquier caso, trabajamos bonito, hicieron Comida y vino mucha gente y nos pilló algún día la casa sin barrer, también eso cupo. Fue una de esas piezas que no sabe unx cuándo acaban ni si comenzaron efectivamente al subir la persiana del teatro o cuánto antes.
Óscar Cornago escribe AQUÍ sobre ese día, noche o par de décadas.
Hay una foto de Jorge que me gusta mucho, están Javi y Mar, están mi madre y Emilia y nos dan la espalda tanto Ariadna como uno de los espectadores que venía siempre y siempre se iba rápido tas la cosa. Yo miro a Mar y sostengo a Juls. Él, con el ajetreo, había dormido poco y yo, por lo que sea, nada. Fui también canguro en la caja negra y aunque Ariadna e Iñaki no me creen estoy seguro de que Juls comenzó a caminar ahí, en esa tarima negra como la caja, en tablas que por tramos no llegan a la pared y en cuyo hueco escondimos, su hermana Gal·la y yo, seguro que sigue allí, una castaña.