En ese momento el jefe de los cocineros, Don Ignacio de Saavedra, se armó de valor y llevó al rey el mejor vino del que disponía, preparado además para presentarle sus excusas por la ausencia del “Da Butti”. Cuando se lo ofreció y le explicó lo sucedido, Amadeo de Saboya se alzó y pronunció unas palabras con su marcado acento italiano para todos los comensales:
“Quiero agradeceros a todos haber venido aquí esta noche para celebrar conmigo el comienzo de una nueva era en España, la de la casa de Saboya. Quiero que sepáis que aunque esta no sea mi ciudad, me lo parece, que aunque no seáis la familia con la que me crié, me lo parecéis, y que este vino, aunque no lo sea, a mí me parece Da Butti“.
Durante el aplauso que siguió a este breve discurso la gente comenzó a preguntarse qué era lo último que había dicho el rey, ya que el vino Da Butti por entonces era completamente desconocido en España.
Al no entender que se trataba de un vino, los comensales creyeron que era sencillamente alguna expresión italiana para indicar que algo es del propio agrado, por lo que pronto se extendió entre la alta alcurnia decir que algo “era dabuti“.
Recogido en culturainquieta.com