Hito, hito, hito

ito ito ito, que caiga el pajarito
Jaleo popular




En el título resuena ese jaleo, que se escucha a menudo cuando un helicóptero sobrevuela a una masa de manifestantes. El diminutivo -ito se transforma en hito al aludir a la verticalidad de una línea que marca un objeto o un evento en la línea de tiempo o de horizonte. 


En el conjunto de piezas que conforman Hito, hito, hito se abren varias historias sobre piedras invisibles, montañas y encerronas que centrifugan desde un gesto, protagonizado por un vecino de la sierra de Madrid: el lanzamiento de una piedra que abate un  helicóptero militar. Un hecho pequeño y periférico a los grandes acontecimientos del año 1989, un gesto diminuto que participa de un año crucial en el gran cambio de paradigma de fin de siglo.












Vengo y me pregunto cuál de todas esas piedras será aquella.




Cuando llegué a Holanda lo primero que hice fue ponerme a dibujar un mapa de Madrid, a dibujarlo de memoria.
Empecé por la Puerta del Sol, aunque rápidamente necesité situar el barrio e ir dibujando los ejes más recorridos: Alcalá desde Ventas, Recoletos, el porrón de tardes en Vicálvaro y Malasaña. Lo raro (y ahora caigo) es que en ningún momento consideré subir el dibujo hasta la sierra, hasta El Boalo.
Yo me he criado entre Madrid y El Boalo. Es un pueblo pequeño con un ayuntamiento común a Cerceda y Mataelpino. Está a los pies de una cuerda de montañas.

Aquel mapa me llevó todo el año que viví en Holanda.
Mientras tanto trabajé en otras obras. Una de ellas, que nunca terminé, era un dibujo de La Maliciosa que realicé a partir de una foto que encontré en Google pulsando Herramientas de búsqueda > Tamaño > Grande.
La Maliciosa es la más alta de las montañas de la zona.
En Holanda no hay montañas.
Montañas se dice bergen.

Yo me crié en esa sierra.
En el año 89 yo tenía 4 años.















Mediante un sencillo dispositivo, Newton demuestra que en la suma de todos los colores del espectro visible se compone el blanco.
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Aumentando ciertas áreas cromáticas, podemos conseguir que el color resultante en el giro sea el color del cielo.
Si quisiésemos hacer desaparecer una piedra lanzándola hacia el cielo de manera que gire muy rápido, tendríamos primero que asumir dos cosas:
1. Que el color del cielo es variable.
2. Que una piedra tiene sombras propias.
Tenemos entonces que diseñar diferentes mezclas para los distintos cielos. Y contar con que las sombras propias oscurecerán el color resultante. Ya he probado la fórmula propuesta por Newton y no funciona.





































En Keep Calm and Carry On, un comisariado de Nerea Ubieto en La Fragua de Tabacalera.